Diciembre me vas a hacer llorar.

Empecé estudiando,
y el patio terminé limpiando.
Es cierto, ¡estoy harto ya!
No quiero saber nada con la facultad.

Me levanto y ya me quiero acostar,
duermo seis horas al día,
llevo de compañía un ventilador
que no puede atender a todos mis caprichos,
o me saca el calor o me espanta los bichos.

Qué momento el del estudiante,
cuando después de tres ó cuatro intentos fallidos,
empezamos a gritar enfurecidos
"¡¿Cómo mierda no me di cuenta antes?!"

Nos vivimos quejando de que estamos cansados,
nos sentimos agotados
y llegamos al punto de pensar
que es preferible trabajar que estudiar.

Quiero que termine este mes,
ya tengo las bolas como un escuerzo
de escuchar una y otra vez:
"¡Vamos, es el último esfuerzo!".

Ya llega el fin de año y estoy empezando a delirar,
mientras mi mente desequilibro
voy a escribir un libro y lo voy a llamar
"Diciembre me vas a hacer llorar".

Espero que en un futuro no me arrepienta
de querer que estos turnos se terminen,
pero no sé ni que día es hoy, ya perdí la cuenta,
y no es que alucine pero me siento un extraño,
pero sé que es normal, porque por lo general,
me pasa los diciembres de cada año.

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