Penúltimo tren.

Ni me vengo tan pronto ni la tengo tan gorda,
ni consuelo de tontos ni ganas de palmar,
los jamases que asumo los tiro por la borda,
no me fumo las clases a la hora de olvidar.

Porque chuzos de punta llueven puertas afuera
y puertas más adentro tirita el corazón,
y un chavo desnutrido dormita en la escalera
y un paria embrutecido vomita en un rincón.

Momento de liberación.

Acabo de tener un momento que quiero compartir, aunque dudo que sea capaz de explicarlo. Fue un momento en el que no había obligaciones, no importaba qué estaba pasando, no había pensamientos aterradores, mi mente no hacía ruido. No importaba el clima, si me habían pagado el sueldo o no, si mi chica no me escribía o no me respondía los "te quiero", si mi familia me avisaba que no venía para mi cumpleaños. No importaba, siquiera, si me salían las palabras para describirlo. No importaba nada. De repente, todo se había ido. Sólo me bastaron tres minutos de una canción y mirar las nubes de este día gris para poder sonreír y sentirme como un tonto, porque me reía de nada. Fue un momento de liberación. Sí, durante poco más de tres minutos, fui libre.

El grito en el cielo.

¿Quién me manda a mi
a ser el que siempre rompe el hielo,
a poner este grito en el cielo,
a aceptar tus 'no' cuando quiero tus 'sí'?

¿Quién me manda a mi
a ser el primero 
en decir 'te quiero'
sabiendo que no viene el 'yo también',
queriendo gatillarme en la sien?

Y no recordé que, después de la caída, llega el impacto.

Esa fue la frase que leí y que me dio pie para escribir mil cosas que quiero decir, aunque capaz ya las diga su libro. Así que acá vengo a quejarme del amor, como tiene que ser, como es el amor, sin filtro. Hasta tengo miedo de escribir y no poder decir todo lo que tengo que decir.

Fue inevitable.

De tanto leer, me siento inspirado. Los cuentos cortos de Eduardo Galeano y Hernán Casciari, las metáforas de El Principito, la creatividad de Ágilmente y alguna que otra canción nueva que escuché me mantienen la parte derecha del cerebro bastante encendida así que voy a intentar contar un poco de algo de lo que me pasó.

¿Qué gano contando esto? No sé. Encima soy malísimo, no sé escribir ni poesía ni cuentos ni nada, no sé usar metáforas ni recursos literarios. Es más, ni siquiera sé si lo que yo creo que es un recurso literario, efectivamente lo es. Pero lo tengo que contar porque hace ya casi un mes que me pasó, y que día a día pienso en posibles fragmentos del relato que, por más malos que sean, no puedo dejarlos sólo en mi mente. Tienen que salir, pasar por algún otro lado. Por más que sea incapaz de explicar todo lo que pasa por acá, tengo que intentarlo. La cuestión es, más o menos, así...