La verdad es que esta noticia me pone muy contento. Sinceramente, uno no le lleva mucho el apunte a esas cosas, pero que Jorge Bergoglio haya sido el elegido me pone raramente feliz. Es una extraña sensación de alegría, de satisfacción, de creer en que sí tenemos buena gente, de densar que este tipo llegó a la cima del mundo. Dicen que él es muy sencillo y muy buena gente, espero que tenga mucho éxito.
El hecho de elegir a un nuevo pontífice ya revoluciona al mundo, pero que hayan elegido a un argentino, eso, eso nos vuelve locos, nos toca el orgullo; es así, de ley. Es como que nos sentimos identificados, aunque ni vayamos a la iglesia o no estemos de acuerdo en algunas cosas, pero como llevamos la bandera Argentina a todos lados, nos sentimos campeones del mundo.
El argentino es así, (por ejemplo: no sabemos nada de boxeo pero Maravilla Martínez gana y ahora todos sabemos y somos boxeadores y fanáticos de ese deporte), el nuevo Papa es Bergoglio y ya buscamos de qué equipo de fútbol es hincha, dónde vive, si le gusta Ortelli, si escucha Los Redondos, si mira Sin Codificar, y así; hoy era imperdible entrar a Twitter, por ejemplo, y leer infinidades de cosas graciosas y asociaciones realmente muy creativas. Somos así. Buscamos algo para sentir que lo compartimos con él y sentimos que es nuestro amigo, nuestro ídolo; y todo esto trae aparejado que ya opinamos sobre la Iglesia, sobre cómo se vota, sobre costumbres católicas y protocolos de los cuales antes ni le llevábamos el apunte y no tenemos ni la menor idea. Pero es así, el argentino es así, podemos odiar a nuestra presidente o al drogadicto de Maradona, pero si vemos al presidente de Suiza o a la Reina de Inglaterra, "ésta" que su país va a ser más limpio que el nuestro o que van a jugar mejor al fútbol. Nosotros somos así, orgullosos de lo que es nuestro, por más malo que sea.
Y así es, todo el mundo anda por ahí diciendo "Habemus papam", y bueno, yo también quería decirlo.
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