Penúltimo tren.

Ni me vengo tan pronto ni la tengo tan gorda,
ni consuelo de tontos ni ganas de palmar,
los jamases que asumo los tiro por la borda,
no me fumo las clases a la hora de olvidar.

Porque chuzos de punta llueven puertas afuera
y puertas más adentro tirita el corazón,
y un chavo desnutrido dormita en la escalera
y un paria embrutecido vomita en un rincón.

Y el sexo es otra guerra incivil, la única guerra
sin héroes ni vencidos ni mártires ni santos,
si dos buscan lo mismo ¡qué dulce cuerpo a tierra!
tan cerca del abismo, del éxtasis, del llanto.

Oraciones suicidas desquician los renglones,
los clones parricidas transan porque adolecen
y las revoluciones, como las emociones,
chochean, se bypassan, levitan, encanecen.

Y la gente, la gente que engorda y encanalla
la cuota de pantalla de un verano indecente,
contritos soldaditos de una obscena batalla,
lisiados sin medallas, desahuciados sin frente.

Cuando se pudra el cielo, cuando silben las balas,
sabrás que dejo todo si tú me dices ven,
porque sigues contando conmigo por las malas,
hasta que descarrile mi penúltimo tren.

Joaquín Sabina

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