Pascuas de mierda.

Domingo de viaje,
pasaje de vuelta,
poco equipaje
y viajo con ropa suelta.

Repleta como nunca está la terminal,
y se avecina el típico encuentro casual
entre gente desconocida,
que sin tener nada que ver
comparten su vida en este atardecer.

La madre con las tres hijas,
la señora de las valijas,
el tipo de los tatuajes,
el que se olvidó de sacar el pasaje
y el viejo al que no se le para la pija.

Los abuelos que quieren volver a casa,
las madres que preguntan "¿Qué pasa?"
porque el colectivo no viene,
el hombre de olor a chivo,
y el que sin disimulo,
le mira el culo a la madre de un nene.

Los tortolitos, la señora coqueta,
el musculito, la gorda pura teta,
la que está buena pero de lejos,
y el viejo que olvidó de subir la bragueta.

Los que escuchan cumbia sin auriculares,
la señora de los collares,
el inmigrante, nosotros
los benditos estudiantes,
uno que se parece a Del Potro,
y una chica de apellido Juárez.

El nerd que se parece a cuasimodo,
la tía que habla hasta por los codos,
el que tiene pinta de empresario,
el que lee el diario,
sí, hay de todo,
hasta el que silba finito como un canario.

El optimista que no desespera,
el guitarrista, una señora con dos camperas.
El viejo al que le faltan los dientes,
el que fuma sin parar
y al chofer no para de putear
y lo trata de delicuente.

Todos en plena disputa para subir
al colectivo que llega tarde y viene sin lugar,
la gente está que arde y lo empiezan a apretar:
"¡Hijo de puta, vas a morir!"
y sabés bien cual es la causa,
te faltan huevos, y no precisamente son de pascuas.

Dos horas más de espera
para el próximo coche cualquiera,
y para ponerle el broche a la vigilia 
viajamos de noche, sin familia,
sin casa, estamos afuera.

Tarde o temprano vamos a llegar,
pero se les fue de las manos,
no lo podemos negar.

Y las palmas hay que sacudir,
porque no perdí la calma
y eso es para aplaudir,
después de tres putas horas de demora
y una tarde cansadora,
termino las pascuas en casa
y tranquilo porque, tarde o temprano, todo pasa.

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