Fue inevitable.

De tanto leer, me siento inspirado. Los cuentos cortos de Eduardo Galeano y Hernán Casciari, las metáforas de El Principito, la creatividad de Ágilmente y alguna que otra canción nueva que escuché me mantienen la parte derecha del cerebro bastante encendida así que voy a intentar contar un poco de algo de lo que me pasó.

¿Qué gano contando esto? No sé. Encima soy malísimo, no sé escribir ni poesía ni cuentos ni nada, no sé usar metáforas ni recursos literarios. Es más, ni siquiera sé si lo que yo creo que es un recurso literario, efectivamente lo es. Pero lo tengo que contar porque hace ya casi un mes que me pasó, y que día a día pienso en posibles fragmentos del relato que, por más malos que sean, no puedo dejarlos sólo en mi mente. Tienen que salir, pasar por algún otro lado. Por más que sea incapaz de explicar todo lo que pasa por acá, tengo que intentarlo. La cuestión es, más o menos, así...

Yo ya sabía que existía. No la conocía personalmente pero un amigo me contó de su existencia; sabía su nombre y algún que otro dato al azar. Nada más. Con eso alcanzaba. También me contó que él y unos amigos se “hicieron amigos” de ellas y que nos íbamos a juntar una noche a hacer previa. Días después la vimos a ella y a una amiga en el boliche; me las presentó, empecé a contar chistes (siempre lo hago, es más fuerte que yo). Si les tuviera que describir cómo era ella no podría, no me alcanzarían las palabras, no llegaría a lograr que capten la esencia de lo que quiero decir; les voy a decir, solamente, que lo que me gustó de ella, además de su personalidad, fue la simpleza en su belleza. Como les decía, no paré de tirar chistes, mi creatividad estaba brillando. Seguimos charlando y organizamos la previa para la semana siguiente.


Esa semana fue, si no me equivoco, la más larga de mi vida.


Llegó el sábado, por fin, y como no podía ser de otra manera, el clima amenazaba con arruinar el día. Había una tormenta muy fuerte y mi amigo -quien las conocía y había organizado todo- estaba en su pueblo y no tenía en qué venir. Que sí, que no, que acá, que allá. Los astros se alinearon y fuimos, al fin, a la casa de una de ellas. Nosotros éramos siete, ellas, miles. Nos presentamos, nos sentamos, empezamos a charlar. Nosotros llevamos la bebida y ellas aportaron un “Sol Azteca”, el tequila que fue la vedette de la noche. Todo fue muy raro, nunca había experimentado poner la cara así. Empecé a agarrar confianza y contar chistes improvisados, boludear; algunos reían, otros no, algunos ni escuchaban. La clave era que en los subgrupos de conversación yo, sin querer, estaba a dos lugares de ella, que me seguía los chistes, se reía a veces, y cada tanto revoleaba los ojos transmitiendo un “qué boludo”. Mentiría si dijera que sé qué fue exactamente lo que dije cuando nos miramos y compartimos una diminuta y silenciosa sonrisa, una sonrisa que para el reloj habrán sido, a lo sumo, dos segundos, pero para mi, una vida. Estás ganando de visitante, tenés un jugador menos y quedan cinco minutos para terminar el partido; esos cinco minutos interminables, son una eternidad; bueno, esta mirada duró más tiempo. En ese momento supe que algo pasaba. La noche siguió, fuimos al boliche, nos divertimos, bailamos entre todos. Sin darme cuenta pasé toda la noche hablando de cualquier cosa con ella, temas que duraban un minuto, como mucho, y que no llegaban a ningún lado. Es más, hasta tuve chances con una chica que conocía de vista pero ni siquiera se me ocurrió intentar remarla o hacer algo; mi mente estaba en otro lado. Terminó el boliche, hicimos after comiendo bizcochos en una vereda, estaban 3 amigos mios y ella; uno me cargaba porque -según él- yo “le había estado tirando bombas a ella toda la noche” y yo, en realidad, ¡nada que ver! Nos fuimos a dormir, fue todo tan divertido que quedamos en hacer otra juntada.


Efectivamente antes estaba equivocado cuando les dije que había sido la semana más larga del mundo, porque ésta ahora lo era. Lo único que me distrajo un poco fue organizar el viaje de pesca que hicimos el viernes, del que volvimos el sábado porque, obviamente, teníamos que estar para esa juntada.

Sábado a la noche, otra vez. Fue en la casa de mi amigo, Lucas, sí, Lucas, igual que yo. Nos juntamos a comer, felices, porque ellas venían después. Compramos “Sol azteca”, el mismo tequila barato que nos aflojó a todos el sábado anterior, que había sido la esencia de la noche. Esta vez éramos miles nosotros, ellas, en cambio, sólo cinco. La noche empezó, estábamos en un garage, sentados alrededor de un largo tablón. Para mi infortunio, ella estaba muy lejos, en la otra punta, al lado de la puerta que salía afuera. Pasó un rato e hice mi movimiento; haciéndome el distraído agarré mi vaso y salí por la otra puerta para ir hacia afuera a “tomar aire”. Cuando me di cuenta ya estaba conversando con ella, al fin. Hablamos de mi querido Joaquín Sabina, de Boca, de salir a correr, de ella y sus “brazos flacos” para el handball y de qué tan “cheto” -según ella- soy yo. Hasta hicimos promesas de “dedito meñique” para ir al próximo recital o a la Bombonera. Fue inevitable. Sin saberlo, ya estaba enamorado. Después de un par de temas más que no hacían otra cosa más que adornar la conversación, ella se agregó a mi teléfono, ya ni me acuerdo por qué. Llegó la hora de ir al boliche, me cambié y fuimos. Yo iba en mi auto con Lucas; le conté todo, con lujo de detalle, como me gusta a mi, todo. Me acuerdo que le decía que no me quería ilusionar ni maquinar al pedo porque todas ellas eran buena gente y posiblemente no era algo que pasaba exclusivamente entre nosotros; él estaba de acuerdo y quería calmarme, pero no era una tarea fácil. Llegamos al boliche, bailamos, reimos, bailamos, nos acercamos… Como les decía, fue inevitable. No sé nada de besos, pero les juro que ese primer beso me dijo todo, como si me estuviera hablando o escribiendo esta breve historia, ese beso me hizo notar que estaba enamorado de ella. Es increíble todo lo que puede pasar cuando dos personas coinciden en un buen beso. Posiblemente ella ni se dio cuenta, la cuestión es que yo sí. Yo sentí que se me revolvía el estómago, el cuerpo, la vida. Por momentos mis principios desaparecían, el mundo era una obra de arte de nuevo, la gente era buena y no importaba si Boca perdía al otro día. Estaba asustado, pero, a la vez, un poquito contento porque me di cuenta de que sí tengo corazón… Bah, tenía, porque ahora ya es de ella.

9 comentarios:

  1. me morí de amor, te juro. no sé ni como carajo llegue a tu blog pero posta escribís lindo. me fume varias entradas y me tente mal con el monologo que hiciste. capoo

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  3. que ternuraaa!!, y como sigue la historia ??.. entre a tu blog buscando algo de ayuda para aprender a no esperar nada de nadie y me colgue viendo un par de cosas.
    Saludoss!
    Ornella .

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    1. Hoy se cumplen 3 meses de ese primer día. Seguimos bien, yo estoy para más pero ella no demuestra mucho por ahí, así que no sé qué hacer e intento no perder la calma, jaja. Más allá de que no se lo dije, yo creo que ella en el fondo sabe que la amo, y si no ya se va a enterar. Vamos a ver qué pasa!

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    2. A veces cuesta entender que el otro no está tan preparado para soltarse , quizás por una relación pasada , por miedo a ser lastimada , o porque simplemente no siente tan fuerte como uno.
      Estoy viviendo algo parecido con un amor de hace 5 años que no se da , pero de a poco se abren puertas , es cuestión de confiar en uno mismo , de demostrar lo que sentimos , de ser fieles a lo que nos pasa.
      El tiempo decidirá si las cosas tienen que darse , no desesperes , hay que dejarse llevar y dejar todo al destino.
      Te dejo un beso, y te tengo en marcadores para seguir esta historia.
      Ornella

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    3. Hola Ornella, te cuento que hace unos días le dije todo lo que sentía, no aguanté más y le dije todo, todo, todo, todo. Le expliqué que no era para presionar ni para repochar cosas, simplemente para sacarme todo lo que llevaba adentro porque no lo podía contener más. Me re costó decirle todo y declararme, realmente, estaba temblando. Se sorprendió, me dijo que me entendía y que todavía "no le pasa lo mismo", o algo así. La cuestión es que desde ese día me siento mucho mejor, más tranquilo, más relajado. Me siento orgulloso de mi por tener huevos de plantearle la verdad y bancarme lo que se venga. Le dije que no tenía que cambiar por mi, simplemente saber lo que me pasa. Obviamente no hubo grandes cambios, y no sé si será porque yo estoy más tranquilo o qué, pero veo pequeñas cosas en ella que antes no pasaban. Ahora disfruto más. Veremos qué pasa!
      Gracias por estar acá. Próximamente transformaré este avance en algo más que un simple comentario.

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  4. hola!!! , ¿ cómo ha ido todo ?.
    Espero que bien ... espero saber de vos.
    saludos

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    1. Hola! Tanto tiempo, tengo todo esto muy abandonado. Ha pasado bastante, jaja, pero en resumidas cuentas fue así: fuimos tirando hasta que no aguanté más y le dije que no podía seguir así sin que me de bola, y ella intentó pero "no pudo" y me dejó y todo terminó. 20 días después volvió a hablarme diciendo que me extrañaba, que se dio cuenta de que quería compartir cosas conmigo, cosas que no compartía con nadie más. Entonces acá estamos, arrancando "de nuevo", mucho más tranqui de mi parte, sin esperar tanto (después de todo, ni sé si es lo que quería/quiero), y ella bastante cambiada al parecer, muuuuucho mejor. Pero no quiero ilusionarme, estoy tratando de no pensar, jaja. Veremos qué pasa!

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